En los últimos días, los medios de comunicación se han hecho eco de diversas noticias sobre el sistema de protección de menores, los centros y los pisos tutelados. Muchas vienen acompañadas de desinformación, errores conceptuales y una visión distorsionada. Esto lleva a la sociedad a tener una percepción errónea sobre estos recursos y sobre las y los jóvenes que los habitan.
Queremos aprovechar esta ocasión para arrojar algo de luz sobre este tema. Porque solo con una información veraz y rigurosa podemos romper con los prejuicios y garantizar que cada persona reciba el apoyo que necesita.
Cuando hablamos de pisos tutelados, nos referimos a espacios que ofrecen un hogar seguro y un acompañamiento educativo. Estos están destinados a jóvenes que, por diferentes circunstancias, no pueden vivir con sus familias. Son una pieza clave dentro del sistema de protección de menores. Gracias a ellos, los jóvenes en situación de vulnerabilidad tiene un espacio donde crecer, formarse y avanzar hacia una vida independiente.
Antes de continuar, es importante aclarar una confusión habitual: un piso tutelado no es un centro de reforma. Los pisos tutelados están destinados a jóvenes que están dentro del sistema de protección de menores. Esto es porque sus familias no pudieron o no quisieron hacerse cargo de ellos.
Por el contrario, los centros de reforma están destinados a jóvenes que han cometido infracciones y cumplen medidas judiciales.
Teniendo claro esto, ¿Cómo funciona un piso tutelado?
Las jóvenes que acceden a este recurso lo hacen tras una valoración con un técnico o técnica del sistema de protección. Terminada el proceso, se determina, según sus circunstancias, si pueden requerir una alternativa residencial. Si es el caso, esta persona tendría la opción de entrar en un piso.
Los pisos tutelados son viviendas como cualquier otro hogar compartido, con una capacidad para 8 jóvenes como máximo. La diferencia es que cuentan con un equipo educativo que los apoya en su día a día.
Al igual que muchos chicos y chicas de su edad, estudian y se forman para establecer objetivos de futuro. Algunos incluso combinan estos estudios mientras se introducen en el mercado laboral. También trabajan cosas básicas que les servirán para el día a día. Esto incluye: organización de las tareas del hogar, de sus gastos, convivencia, desarrollo de la personalidad y habilidades de gestión emocional, etc.
Mientras que el resto de la juventud de su edad se emancipa de media a los 30 años, la juventud tutelada tiene que hacerlo mucho antes. Dan el paso hacia la vida adulta con casi 10 años de diferencia. Con el objetivo de que puedan avanzar hacia esta independencia con una base sólida, se da una preparación hacia la emancipación de forma previa y progresiva. En el caso del Programa Mentor, puede extenderse hasta los 25 años. Este proceso comienza mucho antes de que salgan del piso y tiene en cuenta aspectos esenciales, como:
Su salida del piso no significa que queden solos. Muchos programas, como el Programa Mentor, ofrecen apoyo después de la emancipación, ayudándolos a afrontar los retos de la vida adulta.
En Igaxes, acompañamos a jóvenes en su camino hacia la emancipación a través de Mentor, un programa específico para quienes dan sus últimos pasos en el sistema de protección. Su salida a la vida adulta es un desafío enorme, ya que la mayoría carecen de una red familiar de apoyo. Por eso, es fundamental ofrecerles seguridad, confianza y recursos que les permitan avanzar sin miedo y sin estigma. El objetivo es claro: que cada joven pueda vivir en un entorno seguro y establecer las bases de su propio proyecto de vida.
Contigo podemos darles la protección y la educación que necesitan. Juntos haremos posible que sean de mayores lo que sueñan ser.