Una asignatura pendiente

Varias noticias de actualidad ponen el foco de nuevo en la educación sexual de las niñas, niños y adolescentes. Por un lado, una creciente preocupación de las familias ante el acceso indiscriminados de sus hijos al porno en internet a través de sus teléfonos móviles. Esto ha llevado al Gobierno a comprometerse a frenar este acceso: una ley está en camino para restringir los contenidos que los menores pueden tener a su disposición.

Por otro lado, en los adolescentes mayores y los jóvenes, principalmente varones, se detecta cierta animadversión hacia el feminismo y la igualdad entre el hombre y la mujer. Según una reciente encuesta del CIS, la mitad de los chicos entre 16 y 24 años creen que los discriminados ahora son ellos. Como puede afectar esto en sus relaciones?

Todo nos lleva al mismo tema, a una falta de conocimiento por parte de los más jóvenes de educación sexual, de feminismo, de nuevas masculinidades, de responsabilidad afectiva o de las realidades LGTBIQ+. La educación sexual en las aulas es esencial para corregir estos comportamientos y frenar la violencia de género en un país en el que, en 2023, 55 hombres mataron a sus parejas o exparejas. Pero esa educación, por ahora, es voluntaria: recae en la decisión única de los centros educativos y en su apuesta por llevar estos temas a las aulas.

Los beneficios de la educación sexual desde pequeños están estudiados: reducción de riesgos, iniciación sexual controlada, mayor concienciación del uso de anticonceptivos y mejores actitudes relacionadas con la sexualidad, entre otros. Es importante que las expertas y expertos lleguen a los colegios y que estos sean espacios de debate, aprendizaje y confianza. Primeiro con las chicas y chicos, pero también con el profesorado, que tiene derecho a formarse sobre la educación sexual para ayudar a su alumnado.