Los y las jóvenes tuteladas tienen que independizarse mucho antes que el resto sin una red de seguridad detrás. Lucas estuvo dos años en la vivienda y, con 18, ya con un trabajo, decidió emprender camino hacia la vida independiente. «Marchar de la vivienda es duro porque de repente tienes que pagar tu todos los gastos», explica. Él se emancipó después de prepararse en el Programa Mentor para la vida adulta, pero recuerda las dificultades añadidas que tuvo: «A la hora de buscar trabajo, si saben que vienes de un centro de menores, ya tienen prejuicios hacia ti».
Las personas tuteladas no han hecho nada malo. Se encuentran en esa situación porque sus familias no pudieron o no supieron cuidarlas: «La gente que crece en viviendas no es problemática. Van allí para aprender, para poder tener un futuro mejor el día de mañana».
A día de hoy, dos años después de emanciparse, sigue manteniendo relación con las educadoras y educadores del programa y con algunas de las personas con las que ha convivido: «Entrar en la vivienda fue lo mejor que me pasó en la vida porque me ayudaron en muchos aspectos».
Contigo podemos darles la protección y la educación que necesitan. Juntos haremos posible que sean de mayores lo que sueñan ser.