26 febrero 2021 – Los datos de esta semana son esperanzadores. Pero algunos días nos cuesta avanzar. Podemos sentirnos más cansadas de lo normal, más desmotivadas. Tanto tiempo de incertidumbre pesa sobre nuestros hombros.
En realidad estamos viviendo una segunda epidemia, menos visible. Por lo menos una de cada tres personas padece síntomas de ansiedad o depresión, según el Consejo General de Psicología de España.
El riesgo de padecerlos es mayor entre las personas en situación vulnerable. También en los hogares en los que la crisis golpeó más fuerte. Son miles de hogares donde viven niños y niñas.
Cuando la situación en casa es difícil, esto afecta a la infancia de muchas maneras. Afecta a su alimentación, su educación, su salud física. Afecta, y mucho, a su salud emocional.
Aunque no acaben de entenderlo, perciben que hay un peligro capaz de alterar sus vidas. Se sienten desprotegidas. Y los adultos no siempre nos damos cuenta.
A veces olvidamos que la adolescencia es un momento para experimentar. Para vivir cosas nuevas, compartirlas con iguales. El cerebro cambia rápidamente y busca estímulos. Anima a explorar el mundo. Pero ahora no es posible explorar el mundo.
Para que niñas, niños y adolescentes se sientan protegidos, no hay nada más importante que una familia.
A veces, ni siquiera la familia es suficiente. Después de tanto tiempo sin salir, de compartir espacios tan pequeños, la convivencia puede enrarecerse. Llevamos tensiones dentro que afectan a las personas que tenemos a nuestro alrededor. Nuestra angustia acaba siendo su angustia.
De un simple mal gesto, de una mala palabra puede nacer un conflicto. Queriendo acercarnos, a veces nos distanciamos. Creemos saber lo que nuestros hijos e hijas necesitan, pero no siempre acertamos.
Por todo esto sigue siendo imprescindible el apoyo humano.
Seguimos muy cerca de las familias para ayudarles a aliviar el peso emocional que trae este momento. A resolver las situaciones de conflicto o malestar. A restaurar un clima protector y de apoyo mutuo.
Queremos hacerles sentir que no están solas. Porque cuidar de la infancia es cuidar de toda la familia.